lunes, 31 de octubre de 2011

Octubre

Hoy acaba octubre... un mes en el que se concentran gran cantidad de eventos por los que hay que pasar (vuelta a las clases, al frío, a las obligaciones...). No tiene el color ni la carisma de otros meses que suelen ser más recordados aunque los eventos que se lleven acabo durante sus días no sean demasiados ni importantes...

El décimo mes del año no cambia con el paso del tiempo, podemos cambiar de año pero, aun así, todos los octubres se parecen, se asemejan demasiado. El día de la marmota se repite una y otra vez a lo largo de sus 31 días.

Para continuar avanzando hay que acabar con los ciclos sin fin que no llevan a nada y octubre es el mayor de los ciclos

martes, 18 de octubre de 2011

Conocer realmente a alguien

Como todos sabréis, en mi experiencia entre humanos llevo ya unos años viviendo con una chica que la pobre... no da para más... algún día os contaré las cosas que le pasan. A pesar del tiempo juntos hay cosas que no conozco de ella, aunque no creo que sean cosas que necesite saber.

Los humanos suelen confiar en las personas a las que consideran que conocen realmente bien pero... ¿Qué es lo que se necesita saber de alguien como para considerar que la conoces realmente? No entiendo a los humanos, es algo que digo de manera habitual, pero parece que este es un tema complejo. Cada persona tiene su propio criterio. Hay quién piensa que es necesario conocer cuál es la fecha del cumpleaños de su mascota... conocer ese tipo de datos sirven para poco. Yo creo conocer en profundidad a personas a las que cada vez que veo descubro de qué color tiene los ojos, maravillarse con eso es uno de mis pequeños placeres. 

En mi opinión, para conocer a alguien hay que saber qué es lo que significan cada una de sus miradas, sin conocer el color de sus ojos, poder interpretar cada gesto de su rostro, por pequeño que sea, aunque no se conozca el nombre de pila de sus padres. La piel ofrece más conocimiento que las palabras. Hay miradas que no pueden traducirse al lenguaje común.

Quizás no conocer parte de mi pasado no lo considere una falta para no considerar que alguien me conoce. El pasado importa poco si el presente ha cambiado tanto a la persona que podría ser el presente de otra bien distinta. Es más gratificante conocer el olor de su colonia que su nombre o el precio que tiene...

domingo, 16 de octubre de 2011

Tardes de domingo

Los domingos, por naturaleza, son días silenciosos, de tonos amarillos o anaranjados. Con poco o nada que decir o aportar. Esa forma de ser se amplifica por las tardes que ni el café consigue despertar.

Hoy no iba a ser menos. Las tardes de domingo en Sevilla amplifican esas sensaciones, ese no poder hacer nada, ese no decir nada. El ventilador apagado y la cortina mecida son elementos inconfundibles de esta tarde de domingo que se repite cada semana. Y es que no hay mucha diferencia entre los diferentes domingos. 

Parece que el final del verano ha hecho que esta sensación de domingo se repita con más frecuencia, ya no hay motivos para rellenar los domingos con cafés y cigarros, con idas y venidas, con música y risas, con noches y mañanas. Todo eso desaparece por la necesidad de que llegue la noche y con ella, la mañana del lunes. Momento de volver a la vida, a la actividad, a la maldita rutina...

Sobre la estupidez humana

El otro día sentado en no sé dónde escuchaba a dos chicas hablar. Ella hablaban más con la mirada que con la palabra pero aun así lo poco que pronunciaban lo hacían casi en susurros para evitar que oídos indiscretos formasen parte de sus pensamientos.

Hablaban sobre ellos, sobre algún infeliz que por un motivo u otro les quitaba el sueño. Al enumerarlos pasaron pronto de ciertos individuos que les proponían beberse los mares por ellas mientras miraban a otra. La experiencia les había hecho dejar de creer en promesas que no se pueden cumplir, y menos cuando el individuo en cuestión no está dispuesto a hacer más que hablar.

Pronto la conversación cambió, incluso ellas lo hicieron. Se volvieron más cautas, miraban a su alrededor con cada palabra que salía de sus labios y entre frase y frase dejaban un silencio mayor, como valorando si lo que se decía era de la manera más adecuada. Los hombres de su conversación habían calado en ellas algo más hondo que los anteriores, no hacía falta escucharlas, con sólo mirarlas se demostraba.

Su conversación derrochaba incongruencias. Pocas eran las palabras amables que recibían los sujetos en cuestión, pero a su vez, nadie podría hablar con más cariño sobre ellos que las dos chicas que se asomaban a los ojos de la otra en busca de ellas mismas.

Siendo la primera vez que las veía y teniendo en cuenta que no creo conocer a los sujetos de los que hablaban, pronto llegué a la conclusión de que no se trataba de unos individuos de fiar, parecía que daban más problemas de los que podrían solucionar. Daba la impresión de que las chicas lo sabían con total certeza y, sin embargo, allí estaban. Suspirando por una palabra que manase de ellos, por una mirada –por mínima que fuese- por un gesto que denotase que ellos no sólo conocían lo que ellas sentían sino que además lo compartían, aunque no hacía falta que llegasen a ese extremo, con tan solo prometer que beberían los mares por complacerlas era suficiente, aunque nunca fuesen a cumplirlo.

Aquello me dejó trastornado. Si bien con anterioridad habían hablado de que eran capaces de detectar cuando un hombre les mentía, ahora hablaban de la necesidad de que otros lo hiciesen. No pedían explicaciones al tragar el humo de sus cigarrillos si aquello significaba pasar unos minutos juntos, a solas.

Llegados a ese punto de la conversación me levanté y me fui. Estoy acostumbrado a tratar con humanos un tanto caóticos, que en algunos casos demuestra que actúan sin pensar en las consecuencias por el simple placer de caminar… pero aquello me pareció suficiente. Suspirar por aquello que roza los límites de lo irracional, de lo que resulta dañino no hace sino demostrarme que la especie que, supuestamente, reina sobre las otras no es capaz de salvarse a sí misma. Los su estupidez no tiene fin. 

jueves, 13 de octubre de 2011

Distancia...

Los humanos con los que suelo codearme han llegado a esta ciudad desde diferentes puntos de esta basta extensión de tierra. Ellos conocen, en muchos casos, el verdadero significado de palabras como distancia, lejos o cerca.

Dependiendo el momento del año sus caras cambian, hay fechas que prefieren pasar en compañía de personas que se encuentra en su lugar de origen o simplemente hay días que esta ciudad no parece el mejor sitio para estar, para vivir. La distancia mata.

Sin embargo hay otras veces que esa lejanía con respecto al lugar de origen es lo que les salva, lo que les hace tener los pies en la tierra y hacer aquello que deben.

También les sirve para reírse de las personas que viven todo el año en esta ciudad, que apenas han superado las murallas hispalenses y que a lo más mínimo hablan de echar de menos su casa, su familia o los amigos. Estos forasteros sonríen ante estas palabras -'ignorante' suena en sus cabezas- conocedores de que sus sensaciones no son más que un espejismo. 

Una llamada, una carta o un pensamiento sobre alguien que no está a su lado tiene un valor especial. Se atesoran 'hasta pronto' 'ya queda menos para vernos' y frases similares que a pesar de tratarse de frases echas sin mucho contenido les ayudan a continuar lejos de sus hogares.

Extraños estos humanos, a pesar de ser así, de echar de menos todo aquel imaginario que forma parte de un pasado y presente cercano, al mirar al futuro no quieren que este se desarrolle en estos sitios que tanto dicen echar en falta... quieren volver pero a la vez, no quieren regresar para siempre. Extraños... no creo que llegue nunca a comprenderlos...

miércoles, 12 de octubre de 2011

Fóllame o vete

Así es amigos. Esta es la forma en la que regreso al universo del pingüino de verano. Con ese título, con esa forma clara y explícita de decirte las cosas a ti, mi querido lector.

La lectura es donde tu y yo nos encontramos, el punto medio entre nosotros, lo más cerca que llegaremos a estar el uno del otro, a través de unas palabras que se unen nosotros debemos enlazarnos hacernos parte el uno del otro.

La lectura satisfactoria, entiendo, ha de ser entonces como el sexo. Ha de existir una compenetración entre el que da y el que recibe, entre el autor y el lector. Ha de realizarse por placer, no como una necesidad, sin deseo no tiene sentido realizar cualquiera de estos dos actos. La obligación mata la pasión.

Yo escribo por complacerme, por complacernos al igual que tu al leerlo.

No te ofrezco nada que no sepas que vas a encontrar en este espacio, no voy a hacerte promesas que sé que no voy a poder cumplir. Empieza una nueva etapa en este rincón. No sé cual de las dos opciones tomarás, tampoco te pido una fidelidad ciega, porque yo no puedo dártela, o no quiero, no se si te irás o continuarás línea a línea lo que aquí se cuente, si me abrazarás con cada palabra como yo lo hago al escribirte. Pero si no estás dispuesto ya sabes donde está la puerta. 

Fóllame o vete
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